Conocida como la estación del amor, el verano nos llega con más horas de sol, los días se alargan y la exposición al aire libre es mayor. Si bien es verdad que es importante cuidar nuestra piel durante todo el año, lo es más aún durante estos meses, en los que exponemos nuestra piel a mayor radiación solar. La piel es nuestra gran barrera protectora, el mayor órgano de nuestro cuerpo, con una extensión de 2 m2 que aísla a nuestro organismo de posibles factores externos dañinos (protección contra infecciones, traumatismos, etc.), además de mantener la integridad de muchos órganos y estructuras. La exposición solar puede resultar dañina, si no tomamos precauciones para proteger nuestra piel. La radiación que proviene del sol es la UV, o ultravioleta, que puede penetrar hasta las capas más profundas. Los rayos ultravioletas se dividen en tres grupos, según la cantidad de energía que transmiten: UVA, UVB y UVC. Los UVC son detenidos en la capa de ozono y no llegan a la tierra. Los UVB penetran hasta la capa más superficial de la piel, o epidermis, lo que hace que se active la melanina y se broncee la piel. Pueden ocasionar quemaduras solares. Los UVA penetran hasta la dermis, la capa profunda de la piel, lo que puede provocar arrugas en la piel y envejecimiento dérmico. Es necesario prevenir los daños que ocasionan las radiaciones ultravioletas del sol en cada etapa de la vida, puesto que “la piel tiene memoria”, se acumulan los daños y aumenta el riesgo de padecer cáncer de piel en la edad adulta. En la infancia, se debe tener un especial cuidado y evitar la exposición al sol en los primeros meses. En los primeros años, hay que protegerlos con factor de máxima pantalla solar, y siempre vigilando las posibles reacciones al sol y a las cremas solares en la piel sensible de los bebés. En el embarazo, el estímulo hormonal puede suponer un mayor oscurecimiento de la piel en la cara y en la zona abdominal, por lo que se aconseja mayor refuerzo de protección. En todas las edades, es necesario el uso de protección solar con cremas de alto factor 50 para prevenir los daños de envejecimiento prematuro, quemaduras solares y posibles cánceres de piel (carcinoma, melanoma). Se aconseja aplicar las cremas de 20 a 30 minutos antes de la exposición para que penetre en la piel y repetirla cada 2 horas y después de cada baño, y protegernos con ropa adecuada y accesorios (en los ojos, puede provocarnos conjuntivitis actínica, lesiones en la retina, córnea pterigium y, a largo plazo, cataratas). Recordar evitar las horas centrales del día (entre las 10.00 y las 16.00 h), cuyas radiaciones son de máxima intensidad. Extremar las precauciones, si son días nublados, porque la filtración de radiación ultravioleta está presente igualmente. Tanto en la arena como en el agua o la nieve, aumenta la radiación. No utilizar perfumes ni cremas que contengan alcohol en su composición antes de la exposición solar, porque puede ocasionarnos manchas en la piel y reacciones alérgicas en la piel. Existen algunos medicamentos que producen fotosensibilidad en la piel y que al ser tomados se desaconseja totalmente la exposición solar (corticoides, antihistamínicos, tetraciclinas). Usar protección solar todo el año es muy recomendable para las zonas expuestas al aire libre (cara, manos y brazos, principalmente). Se aconseja evitar las lámparas de bronceado y camas solares, ya que emiten radiaciones UV, con el riesgo de producir daños en la piel. Revisar lunares y manchas que con anterioridad ya existían y los que aparecen de novo con especialistas dermatólogos es la mejor forma de prevenir y detectar lesiones cancerígenas. Los cánceres de piel se originan cuando se produce daño en su ADN y empiezan a crecer fuera de control y de manera desordenada. Los cánceres de piel de células basales y cáncer escamoso se asocian con la radiación UVB y UVA, y son los tipos de cáncer más comunes y con altas posibilidades de curación. El melanoma está asociado a muchos factores ambientales y genéticos:
– Antecedentes familiares de melanoma, como padre, hermano e hijo.
– Piel clara o fototipo de piel claro, porque se tiene menos melanina y menor protección a la radiación UV.
– Mayor exposición a luz ultravioleta, ya que predispone a padecer cánceres de piel, incluido el melanoma. La latitud, vivir más cerca del Ecuador y la altitud influyen en la absorción de más radiación solar.
– Antecedentes de quemaduras solares.
– Tener lunares: más de 50 comunes y lunares displásicos aumenta el riesgo de padecer melanoma.
– Xeroderma pigmentoso: con alto riesgo de padecer cánceres de piel y melanoma. Se trata de una enfermedad hereditaria sensible a los rayos UVA.
– Sistema inmunitario debilitado: puede producir mayor número de casos de cáncer de piel y melanoma.
Los dermatólogos han descrito la “regla del alfabeto ABCDE”:
A: por la asimetría, se refiere a la asimetría de la mitad del lunar.
B: por los bordes (irregulares y pocos definidos).
C: por su color (oscurecimiento, decoloración y diferentes tonalidades).
D: por diámetro (si se da aumento de su extensión y más de 6 milímetros aproximadamente, se considera sospechoso).
E: por elevación (sobreelevación de la lesión y evolución).
El autoexamen de nuestra piel es decisivo para prevenir la evolución de distintas lesiones. Ante cualquier sospecha, consultar inmediatamente con nuestro dermatólogo. Mejorar la alimentación, con el consumo de antioxidantes, de betacarotenos, alimentos ricos en vitamina A, vitamina E y vitamina C nos ayudan a tener una mejor respuesta inmunitaria y a mejorar nuestra piel. Cuidemos nuestra piel para cuidar nuestra salud.